Abortar en cuarentena

Verónica, 30 años, Neuquén capital, Neuquén.

Pensé mucho qué decir o cómo contar lo que fue abortar en cuarentena. Y la mejor forma es relatarlo desde la cabeza y el corazón. 

Me enteré de mi embarazo unas horas antes de que el Presidente decretara la cuarentena obligatoria, el 19 de marzo de 2020. Sentí mucho miedo y mucha angustia. Lo único que pensaba era cómo iba a hacer. Sabía exactamente a quién acudir, pero mi cabeza iba a mil por hora. Sentí dolor de estómago y de cabeza.

Por esas cosas del universo (me gusta pensar) y una enorme casualidad de logística, se podría decir, esa misma noche tenía ya contacto con una de las revueltas socorristas. Al día de hoy no puedo creer la suerte que tuve teniendo en cuenta el contexto. Se empezaba a cerrar todo, no se podía circular “¿cómo voy a hacer?” pensaba. Esa noche casi no dormí.

Al día siguiente, por teléfono y con un anotador en mano, hablé con la socorrista que me explicó con detalle cómo era el procedimiento. Me sacó todas las dudas que tenía y más, no dejó lugar a que mi miedo y preocupación por desconocer todo sobre “cómo realizarme un aborto” me consumiera. Hablar con ella fue como un bálsamo para mis nervios, tengo la suerte de conocerla de la vida y yo sabía que así iba a ser. Mi tranquilidad aumentó, pude dormir bien. 

Tenía apenas 4 semanas de gestación y eso era muy positivo. Pensaba constantemente en eso, la suerte también de haberme enterado a tiempo. Ya con toda la información que necesitaba, sólo tenía que decidir cuándo hacerlo.

Vivir sola era un problema en este contexto porque implicaba que una persona rompa la cuarentena para estar conmigo lo que dure el procedimiento, o qué yo misma me traslade para estar acompañada. 

Luego de pensarlo bien entre amigas, quienes a la distancia y por teléfono estuvieron para contenerme, consolarme, preocupadas y ocupadas en mí, desde el momento en que entré a la farmacia por el test de embarazo y hasta que ya no había posibilidad de que algo saliera mal, coordinamos quién me asistiría y dónde lo haríamos (y las incluyo porque sin ellas este relato sería distinto. Son mi familia, son mi red y las amo, para siempre).

Mi socorrista estuvo a la distancia, vía WhatsApp constantemente para mí, pendiente, transmitiéndome tranquilidad y seguridad.

El procedimiento es fácil, es rápido. Lo hice nerviosa pero segura. Con miedo, por desconocer qué tipo de dolor podría sentir, por no saber qué iba a pasar si tenía que ir a una guardia, pero convencida. 

Hoy sé que es algo que no me voy a olvidar. Pienso que por más seguridad que una tenga al realizarse un aborto, el peso que la sociedad le agrega lo hace más grave de lo que es. Al día de hoy no dejo que la culpa se atreva a pasar por mi cabeza, porque gracias a la información que siempre estuvo a nuestro alcance, al menos en mi entorno, sé que el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos no puede cargar un gramo de esa culpa con la que cierta porción de la sociedad se anima a señalarnos.

No me voy a olvidar jamás esos nervios, no me voy a olvidar ese dolor en el útero y tampoco la angustia de hacerlo en este contexto, como así también la mano cálida de la amiga que estuvo para mí. 

Cada una de las cosas que pensé y viví desde que me enteré del embarazo hasta que ya no lo estuve más, sólo reafirmó mi convicción de que las maternidades tienen que ser deseadas o no ser bajo ningún punto de vista. Que abortar debería ser legal para todas. Que la posibilidad que yo tuve tenemos que tenerla todas las personas gestantes a lo largo y a lo ancho de este mundo tan horrible.

Agradezco profundamente que, como mujeres, tengamos la posibilidad de tener el acompañamiento de las socorristas. Ese mundo, el que aún hoy sigue siendo demasiado cruel con las mujeres, es un poco más justo gracias a mujeres como ellas. A ellas, les voy a deber siempre esta tranquilidad que me invade de saber que hice lo correcto y de que pude decidir.

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