Horizonte gigante
Mariana, 32 años, Cipolletti, Río Negro.
Abortar es un derecho. Un proceso de escalofríos soportables. Una decisión difícil. Una priorización ambigua. Una aceptación de nuestra animalidad. El descubrimiento de las redes de socorristas. La imagen difusa de la militancia. La trompada de la realidad. El esquive de los prejuicios, los consejos y las opiniones. La reivindicación de la mujer. La importancia de no quedarse sola, de buscar ayuda de inmediato.
Abortar en cuarentena es un recuerdo. Es el frío de la Patagonia, doblemente frío. La insistencia para tener el turno con el médico amigue. Es colarse por el sistema de salud pública, que aún sostiene a pesar de los embates y de la moralina. Es salir de casa sin hacer ruido para que la familia no se entere (y así evitar contar). Es luchar contra el patriarcado familiar. Es descubrir personas rebeldes y valientes, como las mujeres que eligen parir y esperan ser atendidas en la salita del barrio, o las que ayudan a otras mujeres a abortar, con el amor de una hermana que sólo abraza y escucha. Es una amiga que te llama para darte tranquilidad. Es enterarte que tu mejor amigo también pasó por esa situación, hace años, pero con un recorrido más largo para su compañera.
Abortar es la total imposibilidad de ser breve, justa y objetiva. Son todos los pliegues hechos nudo en la garganta, que se cortaron de repente y dieron lugar a algo nuevo. Un aire fresco y un horizonte gigante listo para habitar.