“La merienda más linda”

Agustina, 32 años, Plottier, Neuquén. 

6 de abril. Esterilizo mi copa, me siento un poco extraña. Estoy por menstruar, yo que soy un reloj con mi ciclo y que desde que parí a mi segundo hijo, cansada de los métodos anticonceptivos invasivos y hasta dolorosos a los que accedemos las mujeres, decidí investigar sobre métodos anticonceptivos naturales y empecé a cuidarme con las fechas. Duró casi cuatro años, puede haber sido un error de cálculos o quizás mi ciclo no fue regular…

Con el correr de los días comienza el cansancio constante, los pechos turgentes y sensibles, las náuseas, los vómitos a toda hora. Estoy embarazada, lo sé, no hay test, ni estudio, sólo autoconocimiento. Entonces la duda… ¿Quiero ser madre nuevamente? ¡No quiero volver a parir! ¡no quiero volver a amamantar, ni dejar de dormir durante noches! Y así continúo…

Intento convencerme de que es sólo sugestión y decido hacer el test de embarazo, confirmadísimo…

Demoro días en tomar la decisión. No sé cómo iniciar la charla, qué decir. Intento varias veces, el celular da ocupado, me tranquiliza un poco pensar que no soy la única que está atravesando esta situación… Vuelvo a probar y escucho una voz fresca y super amorosa que se presenta e inicia la charla, como tirándome una soguita. Me explica que, por el contexto, no podrán verme pero podrán guiarme con profesionales del hospital de Plottier.

En un primer momento pienso que es muy loco ir al hospital por una ILE. Después razono, en realidad es lo correcto, es lo que deberíamos hacer cada una de nosotras cuando decide no continuar un embarazo no deseado… Además, pienso, si las Revueltas me sugieren esto, es porque conocen el funcionamiento. Después de una charla telefónica me empodero y decido ir al hospital.

Accedo a la medicación a la mañana, la ginecóloga insiste en que ella debe asegurarse que la primera dosis esté bien colocada, como si no conociera mi cuerpo, me someto a la decisión de las señoras doctoras. Mis pequecines por la casa jugando. Inicio mi aborto abrazada a mi hijo, leyéndole cuentos. 

Siento un dolor muy fuerte, necesito una bruja amiga cerca y a mis hijes y pareja fuera de este momento. La socorrista es mi amiga del alma, está en casa, trae un arsenal de cosas para hacer de esta situación un momento agradable: almohadilla de lavanda que calienta en el horno a cada rato para darme calor y hacerme masajes, toallitas femeninas por si no compré las suficientes (hace años que no uso), aceites de Just, té de diversas hierbas y, por supuesto, unos riquísimos alfajorcitos de maicena. Ambas disfrutamos juntarnos y compartir sabores, ¡siempre fue así!

Tampoco olvida traer un libro de cuentos tradicionales para mi hijo más chico y el letra-manía para Lucía, que empezó primer grado y no hay manera de que se cope con las actividades que envía la seño…

Hubiera preferido que fuera a la noche, como lo habíamos planeado, para que les niñes duerman…

Transcurrió la tarde, compartí la merienda más linda, rica y reconfortante, como no pasaba hacía mucho tiempo. Me sentí viva, me sentí libre, me sentí empoderada y, sobre todo, me sentí acompañada y respetada…

Vuelve al inicio