Una mujer que abrazada a la tierra, abraza las luchas feministas

Sofía Gatica nació en Córdoba en 1967. Dice que la tierra es la fábrica del empobrecimiento económico, lugar del despojo ante el agronegocio. Poblaciones expulsadas a las ciudades donde no existe abundancia de alimentos, mucho menos soberanía en el modo de vida. Sofía es la sexta hija de doce hermanos y hermanas. Su mamá fue una de esas tantas mujeres que migró del campo a la ciudad en búsqueda de sobrevivir.
por Ada Augello
La frontera cerealera y principalmente sojera se expande cada vez más. Es nuestro país siendo granero del mundo, desde su misma fundación. Sofía es hija de esa historia y también madre. En el año 2001 cofundó la Asociación Madres de Ituzaingó, una organización que lucha contra el uso de plaguicidas y herbicidas en la producción de soja transgénica.
Las Madres de Ituzaingó, una zona fuertemente afectada por el uso intensivo de agrotóxicos, realizaron un mapeo comunitario de las enfermedades que transitaban quienes vivían allí, y descubrieron que muchas estaban relacionadas con la proximidad a zonas agrícolas donde se utilizan plaguicidas como el glifosato.
Desde aquel momento, Gatica cuenta que supo que su lucha era por la vida. Ellas enfrentaban un modelo de desarrollo que no deseaban, “uno que mata y enferma a las personas”. Gracias a su persistencia y la de sus compañeras, junto a científicos como Andrés Carrasco, logró que se declarara una emergencia sanitaria en su barrio y a partir de varias campañas, consiguieron la prohibición del uso de estos agroquímicos.
La activista subraya que todo está interconectado: feminismo, ecofeminismo, ambiente, salud y vida. En su comunidad, las mujeres, especialmente las madres, luchan por la vida en todas sus formas. “Las mujeres, siempre guerreras, se han dado cuenta de su valentía y resistencia, enfrentando incluso a los hombres que trabajan en los campos y que intentan intimidarlas”, dice.
¿En qué encontras la relación entre la lucha ambientalista y la feminista?
Es que todo tiene una relación, todo está entrelazado. Nosotras acá como madres, fíjate que somos todas mujeres y luchamos por la vida. La lucha del feminismo era por el aborto legal, y las madres de Ituzaingó luchaban por no sufrir más abortos espontáneos. Nosotras acá luchamos porque las mujeres tenían abortos espontáneos por la contaminación. Para que no murieran nuestros hijos, que se habían enfermado. Para que no murieran a los 9 meses dentro de la panza, a razón de los agrotóxicos. Tiene todo una relación y esa relación, es la vida.
En el año 2012, Gatica recibió el Premio Medioambiental Goldman por su lucha contra el uso de agrotóxicos en la agricultura argentina. Además, ha enfrentado amenazas y agresiones debido a su activismo, especialmente en su oposición a la instalación de una planta de Monsanto en Malvinas Argentinas, Córdoba.


¿Existió algún momento en que te diste cuenta que la lucha era por la vida o siempre lo supiste?
Siempre lo supe. Porque eran ellos o nosotros. Estábamos sobreviviendo en un lugar donde nos estaban matando. Fuimos sobrevivientes de un modelo que no deseamos, porque este modelo nosotras no lo pedimos jamás. No pedimos un modelo que mate gente ni que enferme gente ni que dañe. Entonces sí. Sabíamos que estábamos luchando por la vida. Vimos a nuestros vecinos morir y a nuestros hijos enfermar. La lucha de las feministas también es una lucha por la vida. Contra la clandestinidad y por la vida. Porque las mujeres siempre hemos luchado, somos bien guerreras. Nosotras siempre hemos luchado contra los hombres porque los sojeros que mandaban acá, en los campos, eran hombres, y hemos luchado contra ellos para que no nos envenenen y cuando nos metíamos en el campo, ellos se bajaban los pantalones, y nos mostraban, y nos esperaban con machetes. Por eso te digo que las mujeres somos más valientes, nosotras no tenemos miedo.
Gatica describe cómo la explotación de la tierra afecta directamente a las mujeres y sus familias. Recuerda su infancia en el campo, donde su familia vivía en armonía con la naturaleza. Sin embargo, la llegada de terratenientes que desviaron el agua para sus propios campos llevó al desplazamiento de los campesinos, obligándolos a abandonar sus tierras. “Yo siempre dije que la tierra es la fábrica de los pobres. Pienso en el campo donde vivían mis padres, porque yo vengo del campo y nosotros somos 12 hermanos. A nosotros en el campo no nos faltaba nada” cuenta Gatica. “Teníamos vacas, leche y carne, también viñedos. Mi mamá hacía el pan y nunca nos faltó nada. Lo único que mi mamá compraba era azúcar.”
La lucha de las Madres de Ituzaingó ha tenido un impacto significativo en la conciencia pública y en las políticas ambientales en Argentina. Hoy en día, diferentes comunidades, entre ellas las de escuelas rurales, exigen zonas libres de fumigaciones para proteger su salud y la de sus hijos.
¿Crees que lo que hicieron ustedes como madres puede torcer el futuro de quienes están en el campo hoy?
Si vos te pones a pensar, lo torció. Hoy en día la gente en Argentina está exigiendo metros y metros para que no la fumiguen y no la dañen. Para que no fumiguen cerca de las escuelas por ejemplo. Y nuestro juicio fue el primero de toda Latinoamérica, incluso antes del juicio nosotras comenzamos a salir y viajar conociendo que en otros países están luchando por lo mismo. En Francia, Bélgica, Rumania y Alemania, por ejemplo. Nuestra lucha tornó el futuro, sembró una semilla para la justicia y protección para las comunidades rurales.
El ecofeminismo es un movimiento que entrelaza la lucha por la justicia ambiental con la lucha feminista. Reconoce la conexión entre la opresión de género a mujeres y diversidades y la explotación a la naturaleza. Entre los movimientos feministas y ambientalistas hay un punto de encuentro: su mirada sobre el modelo económico patriarcal y capitalista que explota tanto a las mujeres como a la naturaleza. En ese cruce, la perspectiva se abre hacia una economía basada en la sostenibilidad y la equidad.
