Redes para cuidar, feminismos y esperanza para resistir: ¿Qué nos dejó la 6° Plenaria Patagónica Presencial de Socorristas en Red?

Foto: Natalia Camania

Por Camila Vautier

El viernes 15 de agosto amaneció soleado en la Planta de Campamento N°1 de la ciudad de Neuquén. El lugar, ubicado a orillas del río Limay, recibiría hasta el domingo a la 6° Plenaria Patagónica Presencial de Socorristas en Red (feministas y transfeministas que abortamos).  

La plenaria es una reunión donde las colectivas socorristas se encuentran para debatir, para sentar colectivamente las bases y acuerdos políticos que orientarán su hacer activista durante el período de tiempo que transcurra hasta un nuevo encuentro. A nivel nacional, la Red se reúne cada dos años. A nivel regional las reuniones son más seguidas y se hacen aproximadamente una vez por año. Desde 2016, la Regional Patagónica tuvo plenarias en diferentes zonas de la región, como El Bolsón, Villa El Chocón, San Martín de Los Andes y Villa La Angostura. Este 2025 tocó Neuquén y La Revuelta, colectiva anfitriona, fue la primera en llegar. 

Les pibis de La Revuelta Adolescente se dispusieron a bajar las cajas que colmaban los baúles de los autos, mientras otres colgaban cintas violetas y verdes para indicar el camino y le ponían nombres a los dos salones que alojarían el encuentro: Lolín Rigoni, en honor a la Madre de Plaza de Mayo fallecida hace algunas semanas a sus 100 años; y Graciela Alonso, activista y maestra feminista, fundadora de La Revuelta. Ninguno de estos nombres es casual: las memorias de sus luchas abrazarán esta Plenaria desde el comienzo hasta el final.

Mientras viajaba desde Puerto Deseado, Santa Cruz, hasta Comodoro Rivadavia, Chubut, para reunirse con sus compañeras de Socorro Rosa Rabiosa y finalmente subir al avión que las llevaría hasta Neuquén, Carla se preguntaba: “¿Qué esperanza se puede tener en este contexto?”. Hallarla sería un desafío. 

A medida que se acercaba la tarde, la Planta de Campamento se fue colmando. En avión, en colectivo o en vehículos propios, llegaron desde Santa Cruz y Comodoro (Socorro Rosa Rabiosa), Esquel (Las Mutisias), Lago Puelo, El Bolsón y El Hoyo (Socorro Rosa Comarca Andina), Junín y San Martín de Los Andes (Socorristas Los Lagos), Villa Regina (Socorro Rosa), Fiske Menuco (Maleducadas Kisulelaiñ), Viedma (Rosas Salvajes) y hasta de Mendoza (Socorro Zondaia). 

A la hora señalada, 58 activistas se dieron cita en el salón “Graciela Alonso” para comenzar la 6° Plenaria Patagónica de Socorristas en Red. 

Se presentan, se encuentran, se reconocen, se ríen. Repasan el temario. 

El objetivo del encuentro: compartir reflexiones y analizar colectivamente la situación política actual, intercambiar y fortalecer horizontes comunes, proyectar acciones en los territorios.

El fin de semana largo promete ser intenso y emocionante, de abrazos y debates. Una pausa en medio de la vorágine de la vida cotidiana, un encuentro a contrapelo de este tiempo de hostilidad.  

Memorias de nuestras luchas 

¿Cómo hacemos para seguir cuidándonos? ¿Qué espacio y qué redes tenemos para cuidarnos?, pregunta Belén Grosso, de La Revuelta y Socorristas en Red, en la apertura de la primera mesa de diálogos de la Plenaria Patagónica. 

Es sábado por la mañana, el mate circula, la mesa se titula “Memorias de nuestras luchas colectivas para fortalecer las articulaciones antifascistas y antirracistas” y Belén no está sola. De un lado, la acompañan Melisa Cabrapan Duarte y Yuliana Nawel Paredes, mujeres mapuche, de Pu Zomo, Confederación Mapuche de Neuquén. Del otro, con sus remeras rojas, están las mujeres del Movimiento Techo Digno (MTD). Y en el extremo, representantes de Conexión Multicolor, una organización de familias de niñeces y adolescencias trans de Fiske Menuco.

Organizaciones diversas, con experiencias diversas y algo en común: la centralidad del cuidado en su hacer.

Belén lee palabras de Ruth Zurbriggen, de La Revuelta y Socorristas en Red: «La red de socorristas es un sistema de cuidados alentado por la ética feminista en la que los cuidados son siempre colectivos». Lee: «El socorrismo se hace de articulaciones». «En este sistema de cuidados se pone el cuerpo y la disponibilidad para dar tiempo». «Hace posible el ejercicio de cuidar y de ser cuidado». «En sus rondas aborteras provoca soportes afectivos. Y eso, en este mundo tan hostil, en este mundo de lo inmediato, en este mundo donde la paciencia no abunda, es un acto contracultural». 

En soledad no podemos, concluyen. Y Belén lanza la pregunta: 

¿En qué esperanzas nos refugiamos para empujar las desobediencias en estos tiempos de crueldad e individualismo?

La primera en hablar es Johana, de la rama de mujeres del MTD, una organización nacida al calor de la crisis del 2001 en Neuquén como un movimiento que necesitaba generar trabajo y luego, vivienda. En sus inicios, la organización estuvo liderada por varones pero con el tiempo y, especialmente durante el debate por la legalización del aborto, las mujeres empezaron a tomar cada vez más protagonismo. “Para nosotras no había manera de pensar el acompañamiento a situaciones de violencia o abuso sin pensar en el aborto, sabíamos que era urgente”, recuerda Johana. “El debate generó un movimiento importante para los varones y para nosotras fue revelador”.

Sabíamos que podíamos hacer mucho más.

Fotos: Natalia Camania

En la actualidad, Mujeres MTD es la rama más grande dentro de la organización y contiene sectores de la Diversidad, de acompañamiento de casos de ASI (Abuso Sexual contra las Infancias), obreras, textiles, entre otras actividades. “Hablamos desde la experiencia propia, desde las ganas de transformar la realidad”.

Liliana, integrante de la agrupación Conexión Multicolor y mamá de un chico trans, comienza con una pregunta de Sara Ahmed: «¿Cuándo empezamos a ensamblar las piezas con otras?». “Cuando estuvimos rotas”, responde, “cuando la maternidad impuesta se empezó a resquebrajar a partir del desconcierto y de la irrupción de la diversidad. De la necesidad de acompañar y no saber cómo hacerlo”. “Nos armamos a nosotras mismas a partir de conocer que otra maternidad es posible”, dice Liliana. 

Lorena, mamá de Nicolás, un chico trans que inició su proceso a los 8 años, comparte la experiencia de acompañar a otres. Aunque saben que ningún proceso es lineal, en esas rondas de conversación con otras madres encontraron vivencias comunes e intentaron nombrarlas. Denominaron Pre-transición al momento donde les chiques transitan en soledad lo que les pasa. Tratan de entender por qué se sienten así, cambian de ropa, se cortan el pelo. “Ellos dicen ‘no sé lo que me pasa pero me quiero llamar Nico’, nosotros tenemos la necesidad de encasillar”, expresa Lorena. “Por mucho tiempo como mamás lloramos por habernos culpado de no habernos dado cuenta antes. La maternidad heteronormativa nos hizo trizas”, confiesa. 

Al segundo momento le llamaron la Develación. “Cuando creías que sabías cómo criar a un hijo, este es el momento en que la maternidad impuesta se quiebra y juntar los pedazos nos lleva años”, reflexiona la activista. Levantar del suelo el mechón de pelo recién cortado, guardarlo, abrazar la prenda del ropero que ya no será usada nunca más. Un terremoto, la revolución de los placares, un huracán. Lo desconocido. “No sabemos qué es ser madre, todo lo que pensabas desaparece”. El miedo a la discriminación: ¿y si en la escuela le dicen algo? La develación es duelo y al mismo tiempo, celebración. La sonrisa reemplaza a la tristeza y elles florecen. 

Lorena vuelve a citar a Ahmed y propone “agenciar el dolor” desde el afecto y el orgullo como respuesta política. “Cuando agenciamos el dolor empezamos a juntarnos con otras”, cuenta la mamá de Nico. “No hay que perder la memoria, si nuestros hijes hoy tienen derechos es porque se cobraron muchas vidas”, reivindica.

Yuliana, mujer y educadora mapuche, integrante de la Lof Newen Mapu de la Confederación Mapuche de Neuquén, es la que sigue, pero antes de hablar se toma una pausa. Está conmovida, como muches en la sala. Las historias de vida, de violencia, de amor y resiliencia que circulan parecen confluir en un horizonte común: la organización colectiva y las redes de cuidado como respuesta política frente al dolor. 

Yuliana es parte del Centro de Educación Mapuce Norgvbamtuleayin, donde trabaja compartiendo la cultura del pueblo mapuche. “Para hacer valer nuestros derechos, tenemos que aprender entre todos, el nombre del centro tiene ese significado: entre todos aprendemos, entre todos nos enseñamos, Norgvbamtuleayin”

“No podemos concebir el cuidado nada más de puertas para adentro, en nuestras casas”, sostiene Melisa Cabrapan Duarte. “El cuidado está directamente relacionado con el territorio, si el territorio está dañado tampoco es posible sostener el cuidado”, asegura. “¿Por qué no empezamos por el territorio? ¿Y si cambiamos la fórmula territorio-cuerpo?”, interpela. 

Para Melisa, al hablar de cuidado hay un gran desafío: la sobrecarga. “¿Cómo hacemos las mujeres? Se nos demanda que nos fortalezcamos políticamente, que estemos, que seamos referentas, cuando también tenemos que estar cuidando, limpiando, sosteniendo la casa, criando a los hijos”. 

En este tiempo difícil, donde la crueldad está a la orden del día, Ruth propone tener a mano amuletos que espanten “esa pedagogía de la crueldad que nos empuja a la desazón”, como las Abuelas y las Madres, dice, como las travas y las mapu. “Qué bueno que suspendamos el tiempo”, sostiene, “para hacer eje en las potencias de lo que sí pudimos hacer”. 

Lo que la plenaria nos dejó 

El sábado continuó con una mesa de diálogo virtual junto a referentas de la Red Compañera, la red feminista de acompañantes de abortos de América Latina y el Caribe, y finalizó con actividades de reflexión sobre los logros y desafíos del activismo socorrista en la Patagonia. 

Fotos: Natalia Camania

Si en la Plenaria del 2024 rondaba el temor de lo que se vendría con el gobierno de Javier Milei, en 2025 poco a poco el aire del encuentro se fue colmando de una sensación de esperanza, regocijo, alojo. De alivio: en fin, no estamos solas, no estamos soles. Al desánimo se lo puede vencer “anudando los nudos” de la red que los feminismos supieron construir, argumenta Carla Hernández de Maleducadas.  

“Reafirmar la potencia que tenemos cuando nos juntamos. Eso que parece micro, no lo es”, dice Andrea González, integrante de Socorro Rosa Comarca Andina, sobre lo que dejó esta Plenaria no sólo para el activismo socorrista, sino también, para el movimiento feminista. “La conversación que nos dimos con grupalidades nos permitió dar cuenta de la capilaridad de la red. Una red que, a pesar de los embates, sigue firme. Allí, compartiendo nuestras vidas, nuestras experiencias, analizamos y proyectamos política y nos abrazamos para que los traumas de las múltiples violencias nos duelan menos”, añade. “Nos dimos cuenta al escucharnos, emocionarnos, que el cuidado sigue siendo algo que nos une. Fue confirmar que el cuidado es un hacer profundamente político y entonces, con otras y otres, restituir valor a ese cuidado que nuestro hacer tiene”, sostiene. 

Para Julia Burton, de La Revuelta de Neuquén, la importancia de juntarse, sobre todo en este contexto, tiene que ver con poder seguir “afirmándonos y sosteniéndonos”, poder “seguir construyendo otras formas de pensar y hacer política desde el feminismo». “Sobrevivir a la crueldad desde un lugar afectivo, tejiendo alianzas para unir las luchas”. 

Sol Cañumil, de Comodoro Rivadavia, agrega: “Estamos avasalladas, pero estos encuentros nos fortalecen, nos llenan de esperanza. Me da mucha fuerza para continuar en el territorio”. Lidia, de Fiske Menuko, destaca “la importancia de la grupalidad”, “somos mujeres discutiendo política, luchando por nuestros derechos de manera amorosa, que es lo que falta”, asegura. Barbi, de Viedma, asegura que el encuentro la ayudó a “ampliar la mirada sobre la colectividad y de cuán necesario es pensarnos desde lo colectivo para seguir resistiendo”. 

Ana tiene 17 años, forma parte de La Revuelta Adolescente y siente que la plenaria le dio esperanza. “Estar en un lugar en el que se piensa, se comparte y se organiza. Siento que podemos dar vuelta el tablero, porque somos un montón”, asegura. Jade tiene 16, es no binarie y cuenta que después de la Plenaria, se sintió tranquilo. “Nos veo y digo: nos tenemos”. Marti, de 17, a su lado concluye: “es un refugio”.

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