Habitar lo colectivo

YoNoFui es un colectivo transfeminista que en 2014 se constituyó como Cooperativa de trabajo con distintas unidades productivas. Empezaron con la cooperativa de producción textil y siguieron creciendo con serigrafía, gráfica, la editorial “Tinta Revuelta”, hasta poner en funcionamiento una nueva unidad productiva de estética y cuidados corporales que se llama: Bell “Toda Belleza es Política”. En todas sus acciones, YoNoFui pone sobre la mesa de discusión el tema de la cárcel, las ideas de justicia y el sistema punitivista para desafiar la cultura del castigo y buscar soluciones comunitarias. Un colectivo que crece con la convicción de que para sostenerse es necesario generar recursos con la mayor autonomía posible. Desde ahí, y con redes afectivas y materiales, acompañan la gestión de la vida cotidiana.

Por Laura Rosso

-Talleres, publicaciones de poesía y relatos, fanzines, radio, textos sobre justicia y cuidados colectivos generados colectivamente a partir de un posicionamiento anticarcelario, ¿desde qué otras perspectivas activan en la organización?


-Pensamos que la perspectiva anticarcelaria es parte de un entramado más complejo, quizás situarnos desde los movimientos anticarcelarios, abolicionistas penales y antipunitivistas. Leemos a éstos como movimientos, más que como posicionamientos, porque nos interpelan los desplazamientos constantes que nos ponen en relación con algo que no está intentando fijarse constantemente, lo que nos fuerza a reelaborar todo el tiempo los argumentos que vamos forjando. Otra práctica del colectivo que es muy medular para nosotrxs es el Segundeo, una forma de acompañarnos en redes afectivas y materiales que fue ampliándose y hoy comprende aspectos como la salud mental, la gestión de la vida cotidiana, el apoyo mutuo y el acompañamiento jurídico. Desde hace cinco años comenzamos a dar Talleres abiertos a toda la comunidad sobre Justicias Alternativas y Abolicionismo Penal. Del mismo modo, nuestros libros tienen esa finalidad: crear espacios de conversaciones para problematizar el rol de las cárceles y los punitivismos en nuestra composición social. Además este año, estamos relanzando la Escuela de Artes, Oficios y Experimentación Política, con la incorporación de artistas, docentes y activistas con quienes venimos tramando complicidades desde hace un tiempo. Este proyecto es una forma de integrar y ampliar la propuesta de formación que venimos desarrollando desde hace veintidós años dentro y fuera de las unidades penales.

-¿Cómo ha sido el trabajo hacia el interior del colectivo en los últimos años? ¿A qué reflexiones se acercaron en torno a las prácticas que realizan día a día?

-Los distintos talleres, los espacios de la cooperativa, la editorial, el segundeo, se alimentan de los saberes y las trayectorias de quienes nos fuimos animando a habitar lo colectivo. Una apuesta a construir otras alternativas para que nuestro estar juntxs sea la posibilidad de hacer un mundo vivible y habitable. Nuestra casa en Flores es nuestro territorio, nuestro espacio de complicidad y reciprocidad, un refugio entre tantos otros lugares y contextos que transitamos, donde muchas veces el caos tiñe un paisaje predeciblemente hostil. Son varias las dimensiones que se dan en simultáneo, en los últimos años pasamos por infinitas tensiones que reflejan claramente que nadie queda por fuera de los conflictos y que éstos son un modo de habitar lo cotidiano. Esto nos puso a trabajar a nosotrxs al interior de nuestro colectivo y a leernos como parte del entramado social. ¿Qué se hace cuando hay un conflicto? ¿Cómo se resuelve? ¿Cómo
se reparan los daños que nos provocamos? ¿Por qué nos cuesta tanto habitar los conflictos? Esto nos dio pie para reflexionar sobre lo que provoca el conflicto en nuestras subjetividades y sobre la falta de imaginación política que existe a la hora de intentar resolverlos. La estructura de la política pública y las grandes esferas del poder no operan desde el uno a uno, desde las singularidades que atraviesan los conflictos, salvo cuando los medios hegemónicos de comunicación ponen el foco en alguna tragedia volviéndola telenovela real. Estas operaciones no son ingenuas y deberían preocuparnos a todxs porque alimentan el deseo punitivista y la
moral seguritista, es decir se recrea una comunidad punitivista unida por el deseo de castigo.

Vemos al triunfo de Milei como una respuesta a estos modos de gestionar la vida. Un enunciado social compuesto de odio, con pocas herramientas y soluciones. Donde la libertad individual está directamente ligada a la responsabilidad individual. Libertad se vuelve entonces la posibilidad de acceder al mercado, de crear tu familia y constituir tus bienes. Lo social queda subsumido a lo operativo, solo se necesita de un otrx para ensanchar los privilegios individuales. En el caso de que el otrx se vuelva un estorbo, solo queda eliminarlo. En el segundeo no hay protocolo, hay compromiso, hay confianza, hay personas heterogéneas. Nos involucramos desde lo afectivo como marco político y eso lo vamos sofisticando con la misma experiencia. No podemos ni queremos quedar atadxs a lo que este sistema obsoleto tiene para ofrecernos, actualizarnos constantemente es un gran desafío para no caer en la moral de la época.

Otro punto importante para resaltar es que en este último tiempo, luego de la pandemia por COVID y debido a la falta de políticas públicas, notamos un gran deterioro en nuestra salud mental y sentimos la necesidad de amplificar este espacio. Creemos que la salud mental no tiene que ver siempre con buscar el bienestar, politizar la salud mental tiene que ver con poder compartir y volver colectivos los malestares, buscar estrategias comunes y escucharnos. Politizar nuestros estados de ánimo y nuestras emociones, identificar qué del contexto que encontramos tan hostil, se cuela en nuestras gestualidades.

-Volver colectivas discusiones que aún permanecen dentro del activismo anticarcelario representa un enorme desafío, ¿con qué formas y estrategias intervienen para construir algo distinto?
-Una de las estrategias que ponemos en práctica y que nos resulta vitalmente transformadora es el trabajo con la palabra, la escritura como herramienta política y no exclusivamente para interpelar a otres sino para interpelar nuestras propias trayectorias en las que reconocemos el daño recibido y provocado. Desobedecer nuestros propios demonios, nuestros propios prejuicios con el propósito de obturar los canales de violencia de los que nadie queda exento. Dar la discusión anticarcelaria no es para nada cómodo ni sencillo. La existencia de las cárceles para muchos de nosotrxs representa pérdidas, muertes, torturas, dolor, impotencia e injusticias y para otrxs, o para el conjunto de la sociedad, la cárcel es sinónimo de Justicia. Desde este marco de percepción, ya se plantea la complejidad de la discusión.

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