Una escritura feminista y loca

La fórmula de la mariposa. O ensayo frustrado sobre la menstruación (Borde Perdido Editora), es la novela que Natalia Monasterolo, abogada, doctora en Derecho y Ciencias Sociales y Magister en Bioética, escribió sobre su propia experiencia menstrual, que
parte de la demora de “la gota roja” hasta quedar literalmente inscripta en “la cofradía de las sangrantes”, luego del parto de su hija.


Por Laura Rosso


-En esta novela, contás tu experiencia singular, una experiencia que parte de tu cuerpo y de ese espacio que se compone entre escribir, leer, compartir, reescribir, volver a leer y así. ¿Cómo fue madurando La fórmula de la mariposa?

Natalia: Creo que fue un poco simbiótico. Yo maduré en alguna medida y la escritura maduró. No me refiero a madurar como una experiencia vital acabada, sino como esos pequeños acontecimientos biográficos. Había muchas cosas ahí y en un momento sentí esa separación genial entre yo y ella, lo que le ocurrió a esa niña-mujer y lo que me pasó a mí. Y fue la reescritura, esa posibilidad de mirar desde otro plano, pero también fue lo que estaba ocurriéndome a mí con esa posibilidad de tomar distancia, entender, por fin, cómo agenciar lo narrado cuando el borde que separa lo real de lo ficticio (aunque estas distinciones son un poco odiosas para mí) es muy estrecho. En ese sentido el proceso creativo fue sanador. Pasé de estar en carne viva al extrañamiento.

-¿Identificás por qué –o cómo-, aparece el deseo, las ganas, la intención de publicarla?

-Sangre y hambre, sangre y dolor, sangre y vida, el recorrido del cuerpo descarnado que muta y revive también en otros vínculos porque la historia es una familia, una herencia que pesa.

Natalia: En una parte la narradora dice que no es que cada familia tenga una historia, sino que la historia es una familia. Y es así ¿no? A fin de cuentas, somos parte de un engranaje de afectos, perversos o amorosos, pero afectos al fin. Vivimos en relación y hay historias que pesan. Una no puede dejar la carga tan livianamente y seguir viaje como si nada, fundamentalmente, porque es parte de la carga. Así que lo mejor, creo, es buscarle la vuelta. Yo escribí.

-Hacés que en tu escritura aparezca la menstruación como hilo rojo para andar tu historia.

Natalia: Llevamos una sangre única adentro. Soy esencialista con esto pero es así. Esta sangre loca que nos forma es pura potencia, por eso la controlan tanto, incluso por eso todavía nosotras la controlamos. Una escritura venida de ahí debería poder dar cuenta de todo esto. No sé si yo lo logro, pero lo pienso. Una escritura feminista y loca es un montón.

-¿Qué pide una escritura feminista y loca?

Natalia: Este es un preguntón, y no tengo una respuesta cerrada, pero puedo decir algunas cosas. En principio creo que una escritura feminista y loca pide caos. No por esa asociación casi irreflexiva y tan usual entre locura y desborde o entre feminismo y revuelta, sino porque el mundo que habitamos es un producto profundamente patriarcal, todo lo que conocemos, todo lo que tenemos a mano, todo lo que sabemos es patriarcal, por lo tanto, hay que revisar nuestros recorridos, sospechar y romper. Tenemos que comenzar de nuevo en un territorio donde muchas cosas están dadas y sí, eso es caótico.

Para mí una escritura que expone algunos de los tópicos recurrentes de los feminismos con las “herramientas del amo”, no es feminista todavía, y quizá nunca llegue a serlo. Cuando hablo de una escritura feminista y loca estoy pensando en el estilo, en una
apuesta sensible por el estilo.

-¿Cuánto hay del cuerpo en la escritura?

Natalia: La escritura es cuerpo. Es un cuerpo el que se hace y deshace cuando escribimos. El cuerpo de la escritura es creado por el quehacer de nuestro cuerpo, nuestro físico, nuestra subjetividad sintiente, trabajan para eso. Pero además, nosotras siempre hemos sido cuerpo, porque como dice por ahí la novela, al final, siempre se trata del cuerpo.

La novela puede adquirirse a través de la editorial Borde Perdido (@bordeperdido) y en las siguientes librerías:
En Córdoba: El Espejo, La librería, La Hojarasca y Séptimo Arte
En Buenos Aires: Librería Hernández y Eterna Cadencia

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