Día Internacional de los Derechos Humanos: Ana María Garraza, expresa política, reivindica la memoria y la libertad en clave colectiva

A 41 años de la restauración de la democracia en Argentina con la asunción de Raúl Alfonsín a la presidencia y en el Día Internacional de los Derechos Humanos, en un contexto donde aún persisten amenazas contra la memoria histórica y las conquistas democráticas, el testimonio de Ana María Garraza -expresa política de la última dictadura cívico, eclesiástica, empresarial, militar argentina- se convierte en un llamado a seguir defendiendo los derechos humanos y construyendo, colectivamente, un futuro sin olvido ni impunidad. La memoria colectiva es la herramienta para seguir, con el desafío de continuar la resistencia y la lucha por los ideales de justicia y libertad que la dictadura intentó silenciar.
Por Noelia Aguilar Moriena
“Siete años, un mes y trece días. Desde el 19 de octubre de 1976 al 2 de diciembre de 1983, es decir una semana antes que asumiera el gobierno constitucional”, es el tiempo exacto que Ana Maria Garraza transcurrió como presa política de la última dictadura cívico, eclesiástica, empresarial, militar argentina.
Puntana de nacimiento, del seno de una familia militante peronista, pasó la mayor parte de los años de presa política en la Cárcel de Villa Devoto, unidad penal que funcionó como centro clandestino de detención. Periodo que relata como una experiencia que “ha marcado la vida de muchas y de donde salimos todas con el deber de ser la voz de las ausentes y de las ausencias, como deber, como compromiso, como responsabilidad y también como derecho, porque como decía un historiador, las sobrevivientes tenemos que sobrevivir para poder contar la historia, pero además tenemos que contar la historia para poder sobrevivir”.
Ana María habla en plural, siempre. Y en ese contar en plural, va relatando su vida militante. Desde sus años de adolescente intrépida con el deseo ferreo de construir esa sociedad más justa con su familia y sus compañeras y compañeros, su paso por el encierro y la tortura de la ultima dictadura, hasta su vida en libertad, como madre, esposa, profesional, docente universitaria, primera exdecana electa democráticamente en la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Nacional de San Luis, y ahora, Coordinadora de DD.HH de dicha universidad pública.
Una vida en plural
Su relato en plural la lleva a su paso por la escuela secundaria, en la década del ‘70 donde transcurrieron los primeros pasos militantes. “Desde muy pequeña la forma de vida colectiva y de amor al prójimo, el amor a la demás personas y tratar de buscar soluciones de manera conjunta, me fue moldeando y es así como en la adolescencia temprana empiezo a interesarme por la organización colectiva”, detalla.
“Con toda la complejidad que implicó esa década me integro a un colectivo organizado de la Escuela Normal Mixta de San Luis y ahí comenzamos a luchar por nuestros derechos, a formar el Centro de estudiantes, hacíamos intercambio de libros, pintábamos la escuela, hicimos actos relámpagos en el ‘73 cuando fue golpe de Pinochet a Allende en Chile”. Una vida en plenitud militante en la casa, en el barrio, en la escuela.
Así, esa joven recién recibida del secundario migra, en 1975, a Mendoza a estudiar medicina y desde el inicio integra la militancia estudiantil en la Facultad de Medicina. “No pude terminar ni el primer año. Yo vivía en la casa de mis tíos que eran médicos sociales y tuvieron que salir al exilio muy rápido porque ya había una avanzada represiva fuerte y los grupos parapoliciales funcionaban al amparo del Estado. Me volví a mi casa familiar en San Luis y me integré al grupo que ya estaba formado de la Juventud Peronista”.
A los pocos meses se produce el golpe de estado y el 19 de octubre de 1976 irrumpe “un allanamiento terrible en mi casa familiar. Estábamos cenando mis hermanas y mi madre cuando ingresan más de 50 hombres entre armados y no armados de civil uniformado”. En ese operativo ilegal, “detienen a mi hermana mayor primero, luego a mi mamá y a mí, mi hermana más chiquita queda en la casa de los tíos y luego también se lo llevan a mi papá. A partir de allí la sobrevivencia, la resistencia y la organización colectiva como siempre”, rememora Ana Maria.
En diciembre del ‘76 la trasladan junto a su mamá, hermana y otras compañeras a la cárcel de Mendoza. Y el 2 de abril del ‘78 junto con su hermana y otras compañeras, a la cárcel de Villa Devoto en CABA, cárcel que funcionó como centro clandestino de detención y torturas entre 1976 y 1983.
“En Devoto todo estaba prohibido. El régimen interno tenía un reglamento para las DTD, las detenidas- terroristas-delincuentes o algo así. Estábamos en el régimen más duro, hacían ese tipo de diferenciación entre presas comunes y presos políticos para generar quiebres y apuntar a separar. No lo lograron, siempre tuvimos organización colectiva. Lo que habíamos soñado afuera, también lo implementábamos al interior de las cárceles, organizándonos para que a nadie le faltara nada”.
Nosotras en libertad
La Carcel de Villa Devoto le dejó a Ana Maria el terror de la tortura, pero, sobre todo, la posibilidad y la elección de resignificar esa experiencia: ser la voz de las que yo no están, seguir la lucha por esos ideales aún intactos.
Desde allí, junto a sus compañeras, “como hilo de continuidad entre la militancia anterior, la militancia de sobrevivencia en las cárceles y la militancia posterior”, le han dado vida a la Colectiva de Expresas Políticas de Devoto. Esa colectiva “ha seguido como un hilo de oro que nunca se rompió y nunca van a romper, no podrán romper”.
Dentro de las diversas actividades que como colectiva han realizado, Ana Maria relata orgullosa la de la escritura. Primero, en el año 2005, con el libro “Nosotras, presas políticas”, donde 112 mujeres presas políticas entre 1974 y 1983 relatan la vida cotidiana a través de los recuerdos, cartas y dibujos que fueron gestándose entre rejas.
En el 2019 surge nuevamente la inquietud de contar a través de la escritura. Ese año “nos convocamos todas a un encuentro más amplio y logramos juntarnos más de 300 en el Hotel Bahuen. Allí pasamos unos momentos maravillosos, conmovedores. Ese mismo año en el Encuentro de Mujeres en La Plata, algunas compañeras expresas políticas dieron un taller y allí se terminó de plasmar la idea”.
Llega la pandemia por Covid-19 pero no detiene el impulso y, entre reuniones virtuales, va tomando forma “Nosotras en libertad”, donde más de doscientas mujeres militantes en los ’70, presas políticas que en la cárcel de Villa Devoto, como explican en el inicio del libro web “tejen una trama que, en libertad, supimos mantener. Para llegar a nuestras casas -allí donde la historia nos hizo anidar- ustedes podrán recorrer diferentes itinerarios, por nuestro país o el exterior.” En cada relato proponen reflexionar sobre la vida y la militancia de ayer y de hoy. Y resaltan: “acá estamos otra vez juntas. Somos Nosotras, Nosotras en libertad”.
Para Ana María todas las historias del libro “tienen un eje común, que es haber podido reconstruirse en la medida que reconstruían el espacio en donde desarrollaban la vida, esta obstinación por la construcción colectiva, por el trabajo en equipo”. Y agrega que “seguimos con este compromiso que está transmitido ahí en cada texto, y que tiene que ver con la posibilidad de manifestar ante la sociedad, que es posible, que a pesar de las ausencias, que a pesar de los momentos horrorosos que hemos vivido, siempre hay alguna lucecita que nos está estimulando a seguir y esa lucecita siempre es colectiva, como hemos hecho todo en la vida. Nunca pensamos en esa cuestión de salvarse solas, solos”.
Por eso, pese al contexto social hostil, ante un gobierno nacional que no sólo niega la última dictadura militar, sino que la reivindica, Ana María sigue apostando a creer en la salida colectiva. “Porque con la angustia, con la ausencia, con las heridas abiertas, con las cicatrices, siempre he elegido creer y creo en mi pueblo, por lo tanto también creo que en algún momento, más temprano que tarde, nos organizaremos para seguir construyendo una sociedad que sea más igualitaria, más justa y gozar de la libertad en serio”. Como recalca con su voz esperanzada, “creo que en algún momento retomaremos el sendero como país, porque en el subsuelo de la patria, parafraseando a Scalabrini Ortiz, siempre se está en condiciones de resistir y de construir”.