“Controlar los cuerpos es una forma de ejercer poder político y social”

La investigadora Lucía Berro Pizzarossa, que trabaja en solidaridad con Women Help Women, MAMA Network y diversos colectivos feministas dentro del movimiento de aborto acompañado, repasa en esta nota distintos temas de la agenda feminista y transfeminista. Ante el control que ejerce la ultraderecha sobre los cuerpos como maquinaria reproductiva del capitalismo, Lucía dice que “la lógica de la dueñidad que describe Rita Segato se ha consolidado como un mecanismo central del poder global, porque no se trata solo de desigualdad económica o social, es un modelo donde una clase dominante se posiciona como la propietaria no sólo de los recursos materiales, sino también de los cuerpos, los territorios y las vidas”.

 Por Laura Rosso

La ultraderecha ve los cuerpos con capacidad de gestar como recursos y no como personas, ¿cuál es tu reflexión?

Lucía: Esta clase, enriquecida de manera obscena y amparada por sistemas políticos y económicos ultraconservadores, no tolera cuestionamientos. Entonces los derechos sexuales y reproductivos molestan porque desafían el orden patriarcal y capitalista que ellos buscan perpetuar. Para la ultraderecha, nuestros cuerpos no son nuestros; son herramientas para sostener un sistema que necesita trabajadoras explotadas, madres sacrificadas y cuidadoras invisibles. Controlar los cuerpos, especialmente los de las mujeres y otras personas con capacidad de gestar, es una forma de ejercer poder político y social. Exigir derechos sexuales y reproductivos es una amenaza directa al control que ejercen sobre nuestras vidas y al mito de la ‘familia tradicional’ como base de la sociedad. Ellos temen nuestra autonomía porque saben que poder decidir sobre nuestros cuerpos nos permite no someternos a sus mandatos.

-Las identidades diversas y disidentes son otro blanco de los neofascismos. En Argentina se vio con el veto de Milei al DNI no binario.

Lucía: Yo creo que el neofascismo busca borrar cualquier existencia que cuestione la norma y es justamente porque esas identidades desestabilizan el sistema de opresión en el que se sustentan. El veto al DNI no binario no es solo un ataque a un derecho, es un mensaje claro: “Tu identidad no es válida, tu existencia no tiene lugar”. Los movimientos neofascistas, utilizan el discurso de “batalla cultural” para construir a las personas LGBTIQ+ y, particularmente, a las no binarias, como amenazas a los valores tradicionales. Este veto al DNI no binario en Argentina no es un hecho aislado, sino parte de un fenómeno global de backlash contra los avances en derechos de género y de un movimiento que busca convertir a las personas trans, no binarias, migrantes, etc. en un blanco estratégico para movilizar a sectores conservadores de la sociedad. Es evidencia de cómo las políticas neofascistas usan la exclusión para consolidar poder, atacando a quienes viven fuera de las normas ‘tradicionales’. Sin embargo, este tipo de acciones también ponen en evidencia la importancia de seguir luchando por un reconocimiento inclusivo que nos permita a todas las personas existir y expresarnos plenamente. Las identidades diversas, disidentes no son sólo una cuestión de derechos legales, son un desafío vivo a las estructuras de poder que nos buscan homogeneizar y controlar. 

La arremetida contra el aborto es un tema global, ¿cuál es el panorama actual en ese sentido?
Lucía: El panorama global de la lucha por el aborto es complejo y profundamente desigual, dependiendo de las esferas que observemos. Por un lado, enfrentamos un movimiento conservador que se articula bajo lógicas racistas y de dueñidad sobre el cuerpo-territorio. Este movimiento busca reafirmar su poder sobre los cuerpos gestantes, utilizando la moral y la violencia para controlar nuestras decisiones. Lo vemos claramente en Estados Unidos, con la anulación de Roe v. Wade, y en Polonia, donde las mujeres han sido empujadas a la clandestinidad. Incluso en países como Uruguay, donde se lograron avances legales, nuestro estudio en la Udelar (Universidad de la República Oriental del Uruguay) muestra que la liberalización no es suficiente. Las mujeres y otras personas gestantes siguen enfrentando un sinfín de violencias institucionales, culturales y sociales que evidencian las fallas de un modelo que no aborda las raíces del problema.

-Los feminismos tienen una historia, existen y no dejan de crecer.

Lucía: Hay un movimiento feminista global que crece y se fortalece con cada embate. Las redes de solidaridad, nacionales y transnacionales, han demostrado ser una fuerza imparable. En este contexto, la despenalización social y el cambio cultural son nuestras armas más poderosas. Estas redes, articuladas desde la base, han sabido resistir y construir alternativas, desafiando no sólo las leyes punitivas, sino también las narrativas que intentan perpetuar el control de nuestros cuerpos. Es crucial destacar que este movimiento no es marginal. En Polonia, por ejemplo, las redes feministas acompañan diariamente la misma cantidad de abortos que el Estado polaco asegura proporcionar en un año. En Argentina es muy potente, hacen ciencia, proponen otros modelos, otros significados culturales, es un proyecto político impresionante. Estas redes están reinventando lo que significa abortar, transformándolo en un acto de resistencia y cuidado colectivo. Además, la solidaridad internacional que emerge de estas alianzas realmente demuestra que la lucha por el aborto no conoce fronteras.

Las redes de acompañantes son fundamentales en este contexto, ¿cómo describís la importancia de lazos y alianzas entre grupas y colectivas, tanto del sur como latinoamericanas y del Caribe para acompañar decisiones y resistir los embates de gobiernos ultraconservadores que se nombran liberales?

Lucía: Las redes de acompañantes son nuestra respuesta a la violencia institucional y a la desidia estatal. Son un acto de amor y de resistencia colectiva. En cada país, cada región, tejemos lazos que atraviesan fronteras, que se nutren de nuestras historias compartidas de opresión, pero también de lucha. Los gobiernos que se autodenominan liberales en realidad son defensores del statu quo opresivo, por eso nuestras alianzas regionales son clave para resistir, para sostenernos y para construir alternativas que prioricen la dignidad de las personas. Yo creo que hay unos feminismos del sur que son muy capaces de hacerle frente a estos ultraconservadores “liberales” con proyectos que se retornan o se centran en la comunidad y no solamente en el cambio legal, institucional. Justo en una de las entrevistas que hago en mi Proyecto una activista de Kenia me decía que cuando estuvo en encuentros internacionales, se dio cuenta que no estaba sola, que había otras “locas” haciendo actividades en Líbano, en Argentina y en otros contextos y que eso la hizo sentirse en casa. El año pasado juntamos abogades de África y de Latinoamérica a hablar de las leyes y les activistas en nuestros contextos y se genera una sinergia, una colaboración maravillosa, de intercambio, de motivación; hay mucho poder en esto. Y Latinoamérica y el Caribe ha avanzado muchísimo en articularse y entenderse como región. 

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