“Cuando el monte se quema nos quemamos nosotras. Tenemos esa sensibilidad”

Vilú, Yeni y Carla forman parte de Fuegas, un movimiento de resistencia ecofeminista organizadas para cuidar, dar respuesta y resistir frente al fuego que se prende en los montes nativos en Córdoba.
Por Laura Rosso
Es lunes y tanto Carla, como Vilú y Yeni hacen trabajo de comunicación interna. Las tres están en Sierras Chicas, Córdoba, una territorialidad importante que va desde Saldán hasta Ascochinga. Vilú es de Saldán, Yeni de Villa Cerro Azul, y Carla de Río Ceballos. Son tres de Las Fuegas, que en las últimas semanas estuvieron otras vez frente a incendios forestales. El femicidio de Luana, en enero de 2022, fue un punto de inflexión para el nacimiento de Fuegas. El 8M de ese año nació esa corporalidad. Luana fue abusada en noviembre de 2021 y se suicidó en enero de 2022. Ellas acompañaron a la familia durante todo el juicio y visibilizaron el caso con intervenciones en Tribunales. Actualmente son 18 brigadistas y conforman una colectiva de brigadistas ecofeministas que considera que lo que se le está haciendo al monte es lo mismo que el patriarcado hace con los cuerpos de mujeres y disidencias.

Fueron cimentando una fortaleza interna, una valentía que se forja de sentires, de dolor, de frustraciones, de vivencias, deseos y amor por el monte nativo. ¿En qué etapa están ahora con grupalidad?
Vilú: La primera juntada fue transformar la bronca de los que sentimos por Luana. Yo vengo de mujeres aguerridas, aprendí mucho de feminismo porque de chica acomapañé violencias y abortos, siempre entre el activismo feministal y el ambiental…entre la brigada de mi pueblo y el fuego donde pongo toda mi energía. Para mí Fuegas es el lugar del amamache, el lugar donde una puede romperse y saber que te van a ayudar a juntarte. Desde las historias de cada una aprendemos, siempre nos vamos mejor de lo que llegamos. La Yeni y yo perdimos a nuestras viejas en este tiempo. Siempre hay un mimo, es un espacio muy hermoso. Caminando en el mundo del fuego nos dimos cuenta todo lo distinto que somos al colectivo de bomberos y del Plan Nacional y Provincial del fuego. Es importante aclarar que Córdoba sacó la figura del brigadista forestal. Estamos con una situación de desprotección legal y dependemos de la buena o mala voluntad que tenga el cuartel o la defensa civil que esté a cargo.
Carla: Yo me sumé después al colectivo. Es un espacio sumamente reflexivo que destina tiempo a la reflexión y evalúa acciones, pensares, sentires. Es difícil que eso mismo pase en otros espacios donde la urgencia nos convoca y el tiempo es cero. Dentro de Fuegas me parece muy valioso que este colectivo se permita eso y lo tome como algo fundacional. Estamos definiendo identidad, objetivo, porque tenemos una potencialidad muy grande. No corremos tras los tiempos y demandas de los demás, o un poco sí en estos tiempos, pero pese a eso estamos haciendo un trabajo muy grande por consolidarnos.
Yeni: En Fuegas hay una energía que anda dando vueltas, hay un tiempo fuegas, ninguna pierde la esencia particular, cada una tiene su impronta. Vemos cómo nos sentimos para cada tarea en qué momento. Podemos llorar muchísimo y cagarnos de risa, ponernos severas y ser flexibles.
¿Con qué palabras definen el monte?
Vilú: Nosotras somos monte, cuando el monte se quema nos quemamos nosotras, tenemos esa sensibilidad. Y tenemos que gestionar esa sensibilidad. Usamos una herramienta que se llama disociación operativa: en el momento vemos y vivimos un montón de imágenes y circunstancias horrorosas, de lo más terrible. Vemos arder los montes, donde están nuestras historias, los montes que transitamos, los lugares que van desapareciendo, los paisajes que se vuelven gris.
Vilú: Nosotras trabajamos con estructura vertical en el momento del incidente, cuando estamos en el fuego, por cuestiones de seguridad, respondemos al pedido o a la orden de una sola persona pero en el resto de las actividades trabajamos de manera horizontal. Esos jefes son acordados por consenso o por proposición. Entonces trabajamos con bomba en la espalda, tirar el agua, bajar la llama y atrás viene el chicote para apagar y luego la herramienta que rastrilla el perímetro.

¿Cómo tramitan ustedes ver el ecosistema quemado, la biodiversidad muerta?
Yeni: Hay que bancarse la herida, hay que atreverse a mirar lo quemado, observarlo, guardianarlo, no tocarlo. Yo no resueno bien con reforestar rápidamente. El monte no son solo árboles, es todo. Acá en Villa Cerro Azul nos queman un montón, yo vuelvo a esa zona, vuelvo ver lo negro. tenemos que bancarnos ver lo negro.
Vilú: Esa es la recomendación ecológica también, cuando hay un incendio se genera una pérdida de la masa viva. Lo ideal sería hacer clausura hasta que rebrote. Y rebrota, vuelve. Tenemos especial interés en preservar ese espacio como bosque nativo. Nos ocupamos de eso, de cuidar esa semilla aunque sea la única. A veces las plantas florecen cuando se queman, brotan porque es su forma de intentar preservarse. Vemos el horror de ver lo quemado pero tenemos el privilegio de estar ahí para juntar esa semilla.
Carla: Yo lloro por años mi territorio quemado. No tengo la valentía que tiene Yeni de enfrentarse a los duelos. A mi me cuesta muchísimo. Mi territorio puntual, Río Ceballos, desde 2020, no se volvió a incendiar. A mí me cuesta irme de acá, yo me voy a la loma a mirar que no esté pasando nada, si hay gente, si pasó una moto, si vi una chata, esa comunicación permanente con los pobladores. Buscar tejer esa red de cuidado porque sabemos que institucionalmente no está. Se desmanteló ese sistema de cuidado, de vigía, de alerta temprana. Hay que llegar ahí sofocar ese fueguito para que no se torne un incendio descontrolado.
Para escuchar: compartimos el Podcast Todas las Fuegas, el fuego, realizado por el Colectivo Socioambiental Mirá, conformado por Maristella Svampa, Claudia Aboaf, Gabriela Cabezón Camara, Soledad Barruti y Dolores Reyes.