“La investigación feminista tiene la libertad de poder contarse de otros modos”
Yanina Iturrieta es socorrista, Licenciada y Profesora en Sociología, Doctoranda en Estudios de Género y becaria del CONICET. En esta nota analiza los aportes del activismo en Socorristas en Red -feministas que abortamos- a la investigación feminista y cuenta sus reflexiones sobre el aborto voluntario en San Juan.
El Encuentro Nacional de Mujeres de 2013 en San Juan fue la experiencia que movilizó la creación de Las Hilarias, la colectiva de Socorristas en Red en esa provincia y, desde ese entonces, Yanina Iturrieta acompaña decisiones de abortar.
Tras presentar las reflexiones de su tesis de grado en el tercer Ciclo de seminarios de prácticas y análisis feministas “Caldera sociológica”, organizado por el espacio de Sociología Feminista(s) de la Facultad de Ciencias Sociales de Universidad Nacional de San Juan, cuenta la relación que construyó entre su activismo y saberes socorristas y la investigación académica.
-¿Cómo fueron tus primeros pasos en el feminismo?
Empecé de grande. He escuchado decir “yo siempre fui feminista”, pero en mí experiencia no fue una cosa tan sencilla de reconocer. Tiene algo específico esto de reconocernos con otras como parte de un colectivo y eso no es menor.
Justo ahora estamos con otras compañeras armando una memoria de cómo fue acá la visibilidad de la lucha, cómo el aborto empezó a tomar notoriedad y empezamos a reconocernos entre quienes veníamos trabajando.
Antes venía participando de un centro cultural, previo a lo que fue el 2015. Mis 23 años estuvo marcada por eso. En ese momento ingresé en un partido político en el que duré poco tiempo y también participé de la Asamblea contra la Contaminación y el Saqueo.
Así fue que empezamos a encontrarnos con otras colectivas y a armar espacios específicos de género en lugares como la facultad o el centro cultural.
Fue un momento de pensarnos a nosotras en nuestras organizaciones y también querer sumar a los compañeros. Por ejemplo, el posicionamiento a favor del aborto era algo que teníamos que acordarlo entre todos. Nosotras íbamos a poner en debate y a argumentar sobre el tema.
-¿Cómo construiste el vínculo entre tu activismo socorrista y la academia?
Primero fue el desafío de convencer a las docentes del Taller de Tesis de que iba a poder hacerlo. Porque siempre está la discusión, más allá de la pretendida objetividad, de si iba a poder realizar esos miramientos epistemológicos sin que sean interpretaciones más bien mías cuando se trabaja con el universo de lo simbólico.
Los intereses los explicitamos y dejamos claro desde donde estamos viendo el asunto, es lo más honesto que se puede hacer. De ningún modo una puede sacarse el enfoque o la perspectiva con la que viene.
Muchas de las cosas que yo señalo como significativas de este trabajo son cosas que en el socorrismo hemos discutido. Porque nosotras mismas vamos trasladando lecturas y compartiendolas en todos lados para que surjan miradas nuevas.
-¿Cómo crees que los saberes socorristas pueden aportar al pensamiento académico? ¿Se producen tensiones?
Nosotras no renegamos de los saberes militantes que vamos construyendo. En las distintas investigaciones que se hacen desde el mismo socorrismo tratamos de respetar la palabra y los sentidos que le está poniendo a su práctica la persona con la que nos encontramos.
Hay una investigación feminista que la está llevando a cabo una organización feminista y también existen las que hacen intelectuales en la academia.
-¿Cuál es su particularidad?
La investigación feminista tiene la libertad de poder contarse de otros modos. Y también es impulso, apunta a otros públicos.
La investigación que hacemos desde las organizaciones feministas no reniega de querer construir saberes que sean válidos para ciertos conjuntos. Es un desafío que está presente.
-¿Qué lugar ocupan las luchas por el derecho al aborto y el movimiento de acompañantes en esta construcción del pensamiento feminista?
Los movimientos se mueven bajo lógicas políticas que marcan un tiempo más acelerado que el que nos podemos dar en la academia.
En la calle, en la militancia y en la vida política el tiempo es otro. Hay un acontecimiento que de repente nos pone a elaborar un posicionamiento. Eso hace pensar de un modo diferente, más ágil. Con eso trabajamos después las que hacemos investigación.
Muchas de nosotras en la Red de Socorristas estudiamos temas de feminismo desde un lado más teórico y estos estudios participan de esas decisiones.
-La tesis de tu trabajo señala que la penalización y estigmatización en torno al aborto no desalientan la práctica pero sí afectan las condiciones en que se dan, ¿Cómo llegaste a ella?
Las diferentes grupalidades, en primer lugar y con mucha fuerza activistas feministas, pero también profesionales de la salud, juristas y personalidades de la política, entre otras, fueron construyendo el problema del aborto con argumentaciones muy sólidas.
Algo que puso en claro esto es que la penalización no disuadió a quienes necesitaban abortar, pero no era lo mismo para quienes contaban con redes de contactos, con información o con plata para pagar.
Estas emociones que también van surgiendo, como la incertidumbre, el miedo o la desconfianza no son reacciones internas psíquicas que pasan porque la persona es muy emotiva. Sino que son estas condiciones que advertimos porque hemos sido socializadas en este mundo. Lo social se hace cuerpo y nos anticipa el estigma.
Todo esto se modificó en el tiempo, sobre todo cuando se fueron generando (y muy apropósito del feminismo) otras ideas en torno al aborto.
Hoy todavía faltan representaciones más amigables, pero son cambios culturales que se van a ir generando lentamente.
Yanina Iturrieta – Las Hilarias San Juan (derecha)
¿Cómo ves a la Ley 27.610 en este contexto que describís?
La Ley sin dudas es muy importante. En una entrevista sucedió que la persona no conocía a las socorristas pero había escuchado, por toda la difusión que tuvo el debate, que se legalizó el aborto. Al poco tiempo le sucede de quedar embarazada, no querer continuar con ese embarazo e inmediatamente va a pedir ayuda al centro de salud más cercano.
Ese efecto de legitimar ir a un centro que antes de la Ley probablemente ni loca se le ocurría acercarse para esto. Es importante ese peso que tiene una política pública para que las instituciones actúen de acuerdo a lo que establece la Ley.
¿Se producen obstáculos?
Claro, hecha la Ley no se resuelve todo lo que hace a las prácticas y a la accesibilidad a este servicio. Por eso es necesario que exista una apropiación y un conocimiento de la Ley, pero también que el sistema de salud no obstruya.
Eso va a tomar un tiempo porque tiene otros motivos, culturales o religiosos.
¿La Ley puede contribuir a terminar con el estigma que pesa en torno al aborto?
Es posible que se vaya superando cada vez más, que las personas se vayan apropiando: es mi derecho y voy a ir porque es Ley y puedo. Pero el estigma, de nuevo, tiene otras razones más sociales, van por otro lado y son más lentos de cambiar.
No sólo el ámbito médico, sino también otras instituciones como las educativas, la familia o los entornos afectivos pueden contribuir a desandar los estigmas.
Con la Ley podemos presionar para que haya otra mirada sobre el tema, más amable y respetuosa con las personas que deciden abortar. Que empiecen a circular sentidos del aborto como un derecho.