Bahía Blanca: organizaciones sociales y feministas se entrelazan para profundizar alianzas

Hay redes y tramas que se tejen con otres y se fortifican cuando lo impensado de una lluvia se torna inundación que se avalancha sobre las vidas de una ciudad y el presente se vuelve tragedia. En esta nota, Griselda Cifuentes y Federico Vitelli conversan sobre los modos de interacción e intervención común que se tornó urgente cuando hubo que unir esfuerzos para volver a una vida que ya nunca será la misma. 

Por Laura Rosso

Federico milita en el merendero Todes unidos, donde brinda talleres de ESI y apoyo escolar. Griselda es socorrista. Ambos viven en Bahía Blanca, la ciudad que fue escenario de una lluvia inusitada a la que se sumaron problemas estructurales y el desmantelamiento de la obra pública para que el desastre fuera total. Y además de eso, cuatro eventos climáticos anteriores de granizo y lluvia que ya la habían afectado fuertemente. 

Griselda cuenta que la noche del 6 de marzo estaba contenta porque habían logrado tener todo armado para un festival por el 8M, junto a su grupa de socorristas. Sin embargo, esa misma noche se declaró la alerta naranja y se suspendieron las clases para el día siguiente: “No dormí, -cuenta Griselda- empezó a llover a las 4 de la mañana. Sabía que se venía una mala. A las 6 conectamos la radio hasta que pudimos porque luego nos quedamos sin luz. Se habían suspendido todas las tareas laborales del viernes 7”. A Federico le pasó algo parecido. Dijo: “Esto va a estar difícil”. Estaba en lo de una amiga y cuando sonó el despertador, había agua dentro de la casa. En la vereda el agua ya había llegado hasta el capó del auto. “Yo no estaba en mi casa y pensaba en mi perro, fue dramático”.

Griselda dice que esta situación fue totalmente diferente porque les afectó personalmente. “Lo primero que se atajó fue lo urgente, la familia, los amigos, limpiar casas. Fue atravesar una situación climática totalmente diferente al temporal de 2023. Pero algo habíamos aprendido de aquella situación, así que nosotras acordamos en disponer movilidad para ir a buscar a los centros de acopio oficiales, mercadería, agua y elementos de limpieza e higiene personal para repartirlos en los barrios donde teníamos algún contacto, específicamente escuelas, merenderos y espacios que servían como lugares de distribución”. Desde hace un año, Griselda trabaja para Vientos de Libertad, un dispositivo de salud comunitaria del MTE, en Villa Caracol, así que también tenía contactos ahí. “Nosotras, junto a un montón de amigas, personas independientes y la Unión de Músicos del Sur estuvimos durante un mes haciendo ese trabajo. Y en ese tiempo fuimos armando alianzas con vecinos, vecinas, comedores, instituciones. Eso fue lo que hicimos, ir a los centros de acopio, como clubes o polideportivos y de ahí salir con comandas hacia diferentes lugares para llevarles todo eso a un montón de familias que no podían acercarse”. 

Federico coincide con Griselda en que esta situación fue distinta: “Hemos tenido momentos de catástrofes pero esta lluvia tuvo la característica de haber afectado a gran parte de la ciudad. Varios de nosotros tuvimos enfermedades, como gastroenteritis. Un nivel de catástrofe mucho más amplio. Y un nivel de desborde que nos superaba. Tomábamos contacto con gente que no conocíamos, como clubes de rugby que venían a traer cosas. Aparecían camionetas con cosas en el merendero que no sabíamos de dónde venían, ni quien lo había gestionado. Gente que se acercaba por fuera de la estructura estatal.”

Pasaron casi dos meses, la ciudad retrocedió en términos de desarrollo urbano e infraestructura, muchas personas perdieron seres queridos, otras tuvieron pérdidas materiales, perdieron sus trabajos y cosas necesarias para la vida cotidiana, ¿cómo es el hoy en una ciudad devastada?

Griselda: Dicen que la ciudad perdió como 40 años de desarrollo. Pero además hay algo de lo afectivo y lo emocional porque hubo mucha gente que estuvo al borde de la muerte. Y la que no, estuvo inundada, perdió cosas, o perdió a alguien muy cercano. Las brigadas recomiendan que tengamos una mochila preparada con linterna, radio, velas y un cargador portátil. Hay algo de la vida que se modificó. Algo de las fibras de las personas que habitamos en Bahía Blanca se movió. Está bueno rescatar que hubo muchísima solidaridad, gente que devolvía un bidón de agua porque ya tenía dos, por ejemplo. Y está bueno pensar cómo se sigue en este contexto de crisis social y política, con comerciantes que perdieron mucho y personas que se quedaron sin trabajo y viviendo en casas que siguen húmedas. 

Federico: Pienso en la dimensión personal y en la posibilidad de hablar. A mí me gustaba dormir con lluvia y ahora claramente no. Me despierto escuchando gritos, fue muy traumático todo. 

¿Cómo ven el rol de las organizaciones sociales feministas?

Federico: Reflexionamos sobre masculinidades y sobre cuestiones muy tradicionales, como el hombre que protege a su familia. Algunos vecinos hablaban con nosotros por separado y lloraban, expresaban sus miedos y la imposibilidad de llorar frente a sus hijos “porque si yo lloro qué les queda”. Secuencias difíciles que muestran la necesidad de hablar. Yo creo que esto nos deja ver que la gente se suma y que las necesidades no terminan con un acontecimiento de este tipo. Mis alumnos están raros, con comportamientos y reacciones inesperadas y debe tener que ver con esto.

Griselda: Es necesario tramar espacios de conversación y acompañar la organización social y colectiva. Estamos como desorientadas, hay que volver a las rutinas, a los espacios comunitarios, sociales pero hay algo que no pasa. Se murió mucha gente ahogada. Una situación límite que iremos masticando como sociedad, por eso digo que debe haber espacios de conversación. Muchas mujeres que estaban en la lona, salieron a hacer cosas, a armar comedores, a organizarse. Hay mucha representación de mujeres organizando eso.

Federico: También veo que hay como un mandato de productividad, de dar vuelta la página, listo, ya pasó, a trabajar igual que antes. Pero hay un momento en que no podés. Se necesita un montón de ayuda y en eso destaco las redes que de manera horizontal se tejen para gestionar recursos. 

Griselda: No dejamos de tener una sensación de miedo, además para muches el gobierno de Milei fue un golpazo tremendo y lo estamos sufriendo. Son muchas cosas que golpean la organización de la vida cotidiana y de los vínculos, y hace que se ponga cuesta arriba. En el barrio donde estamos el agua aún no se puede tomar y no hay agua. Entonces necesitamos ya mismo agua. Hay que hablar con el municipio, ir y venir… Esas cosas no hay que perderlas de vista.

Redes que traman juntas

“No es lo mismo estar organizada que no estarlo”, subraya Griselda. Y así pone el acento en las redes feministas de acompañamiento: “Atravesar una situación como esta y ser parte de una red nacional y latinoamericana en la cual nos miramos y nos apoyamos. Esta red hizo que todo el tiempo nos sintiéramos muy acompañadas. Todas las colectivas dispusieron de alguna ayuda económica que destinamos al espacio cultural La panadería, donde hacemos los talleres hace casi 15 años”. 

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