Persistir en la esperanza

Nayla Luz Vacarezza, socióloga y doctora en ciencias sociales, comparte sus reflexiones sobre las violencias ejercidas por el gobierno de Milei, desde negar las desigualdades estructurales hasta el desfinanciamiento del sistema de salud y cómo eso afecta el acceso a derechos (no) reproductivos.
Por Laura Rosso
-El gobierno de Milei habla de “violencia” en general y niega la existencia de desigualdades estructurales, también dice que “Las políticas de género son un privilegio que violentan la igualdad ante la ley”, ¿qué análisis haces?
Nayla: Son discursos que nos desorientan, entonces es importante hacer el ejercicio de entender frente a qué estamos y pensar qué disputas vienen a instalar estas formas recargadas de neoliberalismo, las extremas derechas y estos líderes autócratas que son antifeministas y que llegan al Estado. Creo que tienen la idea de redefinir lo que es la sociedad, la violencia, y cómo la sociedad se relaciona con el Estado. Vienen a imponer la idea de que la sociedad solamente está compuesta por individuos y por familias que deberían regirse únicamente por las fuerzas del mercado. Ese relato viene a ocultar las jerarquías, las formas de exclusión, la violencia estructural. Y también está negando la historia de esas desigualdades, una historia colonial, patriarcal, racista, expoliadora, heterosexista. Lo que proponen es un modelo de sociedad individualista y sin historia. Entonces, desde ese punto de vista, están ocultando las violencias estructurales, las están legitimando, las están reforzando y las están naturalizando. Esto es exactamente todo lo que la historia de los feminismos trató de desnaturalizar. Y cuando se cuestiona o se señala esa dominación -que es justamente lo que hacen los feminismos con las políticas de género, las políticas antidiscriminación, las políticas antiviolencia- para ellos la respuesta es llamarlo privilegio. Llaman privilegio a lo que se está señalando como una desigualdad estructural. En ese gesto hay una operación de victimización. Hombres súper poderosos que ocupan la cima del poder político o económico, dicen que ellos son los perseguidos, que ellos son las víctimas de estos “privilegios”, que les quitan los derechos…y dicen cosas como “a los hombres también nos matan”. Este tipo de respuestas son una defensa con respecto a esa victimización imaginada. Responden con la motosierra, con performances de hipermasculinidad, con discursos de odio, con represión y con políticas que apuntan a aterrorizar a la población. Y sumo algo que es muy complejo y nos pone ante un enorme desafío: la desinhibición de los marcos éticos y la autorización absoluta de la crueldad como forma de defensa. Se imaginan a sí mismos defendiéndose de “privilegios” mientras tratan de instalar unos modelos morales androcéntricos y tradicionales. Pero lo que hacen estos discursos en nombre de la libertad de expresión es defender las jerarquías y las desigualdades estructurales, de clase, de género, de raza. Glorifican el poder económico y utilizan el poder del Estado para reprimir. En ese sentido, Wendy Brown plantea cómo la moral tradicional, la idea de familia, la idea de dos géneros es al final una parte central de estos modos de neoliberalismo contemporáneo y de estas formas de la “desdemocratización de la democracia”, como la llama Sonia Correa. La igualdad ante la ley es un horizonte, algo que hay que construir luchando y haciendo visibles las desigualdades estructurales, con políticas específicas. Así nos movemos hacia una mejor democracia. Estos discursos están planteando todo lo contrario.
-¿Qué rol distinguís que cumplen las acompañantes de aborto en la defensa del derecho a abortar?
Nayla: Un rol crucial. La exigencia al Estado está siempre presente. Exigir, exponer las cosas que no se cumplen, denunciar desfinanciamiento, vaciamiento y desmantelamiento del Estado. Por otro lado, el trabajo que ha hecho Socorristas en toda su historia es trabajar para hacer alianzas y sinergias dentro del sistema de salud. Fortalecer esas alianzas es importantísimo. Y hay algo más para pensar: cuán cruciales son estas infraestructuras de salud comunitarias, infraestructuras de cuidado, que son menos tangibles, que quizás no se ven pero que son cruciales en este tiempo. Las redes de apoyo y de cuidado que sostienen este derecho por fuera del sistema de salud, o en conexión con el sistema de salud. Y no se trata de un reemplazo del sistema de salud formal pero sí es un reservorio de poder y autonomía que los feminismos preservan para sí. Un reservorio que tiene que ver con los cuidados, con el acceso al aborto y también con la empatía, con cuestiones que son del orden de lo afectivo pero que no son naturales, son habilidades políticas cultivadas a lo largo de años de ejercicio. Y no nos pueden quitar eso, la capacidad para ejercer la solidaridad, que es todo lo contrario a la idea de caridad. Hablamos de solidaridad como fortalecimiento mutuo, de saberes feministas cultivados a lo largo de décadas. Cómo se cuida un aborto con medicamentos, cómo se apoya a las personas que necesitan acceder a un aborto y que por distintos motivos no pueden o no quieren acceder a través del sistema de salud formal, ya sea porque estigmatiza, porque no es accesible o simplemente porque lo quieren hacer en su casa porque les resulta preferible. Y pensaba hasta qué punto esto trae consigo una historia de los movimientos feministas y de mujeres en América Latina que, en democracia o dictadura o frente a programas de ajuste estructural, se han organizado para sostener ollas comunes, hacer tomas de tierra, sostener los cuidados y politizar esa reproducción social. Ahí hay mucho para explorar. Una historia más larga de cómo las mujeres salieron de sus casas y se hicieron cargo de lo que el Estado abandonaba, sin dejar de exigirle al Estado que haga lo que tiene que hacer, pero conservando un reservorio de autonomía y poder para organizarse y dar a sus comunidades estas cuestiones básicas que tienen que ver con el sostenimiento de la reproducción de la vida y también la no reproducción.
-Pronto saldrá un nuevo libro tuyo, ¿con que nos vamos a encontrar?
Nayla: Es un libro que va a salir por Siglo XXI, que forma parte de una serie nueva coordinada por Laura Fernández Cordero, y que trata de rescatar la dimensión sutil y sensible de las luchas por el derecho al aborto. Se luchó por la descriminalización, la legalización, la accesibilidad, es decir, por la institucionalización de estos derechos. Pero también es una lucha que se dio en el terreno de la imaginación, de los afectos y de poner en disputa el sentido común de que las mujeres estamos destinadas a poblar la nación. Esa vivacidad de las luchas está también encapsulada en los símbolos, en los pañuelos, en los cantos, en los colores, en las formas en que nos movemos en la calle, en que bailamos, en los gestos que hacemos. Y son imágenes, símbolos, narraciones, palabras que tienen una historia, que hay que mirar como un reservorio de un montón de cosas que también nos permite mirar al futuro con esperanza. El libro mira cómo estos símbolos, estas estrategias, estos relatos viajaron a través de las fronteras -yo me enfoco en el Cono Sur- para desensamblar los entramados patriarcales de sentido que sostienen el estigma, la criminalización, la idea de que las mujeres son todas heterosexuales y están destinadas a la maternidad y a la reproducción. Creo que todo ese despliegue creativo se dirigió a atacar precisamente eso y también a reimaginar el aborto, el deseo, los cuerpos, para ponerlos en otras coordenadas.