“El pañuelo verde ya es un símbolo de esperanza y resistencia”
En esta nota conversamos con Luciana Peker sobre el contexto actual de nuestro país, y también global, respecto del avance de la ultraderecha y cómo repercute en los movimientos feministas.
Por Laura Rosso
-¿Por qué para las ultraderechas los feminismos son el enemigo?
-Creo realmente que los cuerpos de las mujeres y de la diversidad sexual son el enemigo del poder hegemónico masculino, de la raíz misógina del poder. Porque en un sentido más práctico y político, lo único que se opuso al neofascismo en todos estos años, o la única alternativa al sistema imperante, que generó esperanza, que generó movimientos de transformación, que generó herramientas de construcción política superadoras fueron los feminismos. Y principalmente los feminismos del sur, desde la Patagonia, desde Argentina, que fue la clave de lo que hoy se llama la cuarta ola feminista, desde Latinoamérica y que ha impactado fuertemente en Europa y en Estados Unidos, es la forma de unidad de los feminismos. Entonces sí creo que la extrema derecha sabe que el único movimiento con potencialidad de unirse a otros movimientos como el ambientalista, el pacifista, el antirracista, o movimientos sociales, y de generar una resistencia a un retroceso mundial sin precedentes, son los feminismos. Creo que ahí está la explicación directa.
-¿Cuáles son las responsabilidades colectivas que tenemos como movimiento en este contexto?
-Creo que hay un error estratégico muy grande en el feminismo y en las mujeres frente a un avasallamiento tan grande, que es la desunión, las internas y la falta de organización, algo que ya se ha repetido muchas veces. Eso es un error muy grande porque lo que se viene es muy grave. Creo que las extremas derechas hoy tienen caracterizado muy fuertemente que la forma de actuar es con mucho apoyo mediático, de redes, con mucha financiación internacional. Apuntan al castigo a mujeres en primera línea, tanto en primera línea territorial -y pasa con mujeres en territorio, con mujeres mapuches, pasa con Moira Millán-, como en mujeres políticas, mujeres periodistas y referentes sociales. Creo que una de las cosas más virtuosas del feminismo ha sido la construcción horizontal, asamblearia, colectiva. Esa es, sin duda, una virtud política pero creo que hay un error político fuerte en no leer que la estrategia de la extrema derecha es apuntar hacia referentes, tanto en las amenazas como en la coerción, niveles de ataques que producen un gran daño. Creo que hay un enorme error en que la extrema derecha ataque a lo que llamo mujeres en primera línea y que los feminismos no las hayan defendido, y en lo personal me siento parte de eso. Que la frase “Si tocan a una nos tocan a todas”, no se cumplió, que tocaron a muchas pero que a la vez las tocaron como son sus métodos y que se les ha soltado la mano. Además hay algo que también se expresa en lo cultural y en lo político y es que, en este momento, son los varones quienes viajan, quienes hacen streaming, quienes generan cultura, quienes son consumidos y las mujeres no y esa es una responsabilidad de las mujeres como audiencia, como militantes y como feministas. La extrema derecha ataca a referentes y los feminismos no están apoyando o no han respondido a esas referentes y, en ese sentido, el costo es altísimo. Y en eso hay una diferenciación enorme respecto de los varones. Los varones públicos de la oposición, de la cultura, del peronismo, de la izquierda tienen respaldo y las mujeres no.
-¿Por qué crees que ocurre?
-Creo que pasar de la competencia a la sororidad es una idea muy nueva, una idea fuerte que se dio en medio del auge de la marea feminista, y que Argentina es un país muy bipolar entonces pasamos de ser un país con las mejores leyes del mundo, leyes de diversidad, ley de aborto, a un retroceso tremendo. La creencia es que a las mujeres hay que pedirles, la mujer siempre te debe. Y a nadie se le pide tanto como a las feministas, esta idea de “¿Dónde están las feministas?”, no solo parte de la extrema derecha si no que a mí me parece que también partió de las pares, aun cuando la sentencias en el caso de Thelma Fardin y la de Alperovich, son dos sentencias que muestran hasta qué punto la legislación, la jurisprudencia, los movimientos feministas y el periodismo feminista logra avances aun en épocas de claro retroceso. Porque ahí lo que tenés es el resultado de algo construido de manera muy sólida. Es una muestra de los avances. Pero sin embargo lo que sí creo que la demanda hacia las feministas es ‘¿Por qué vos no hacés más?’, ‘¿Por qué no estás acá?’, ‘¿Por qué no estás en todos lados simultáneamente?’. Digo, hay una demanda de inmolación constante. Ni a la maternidad se le pide tanto, y tiene que ver con algo heroico que se va al extremo. El feminismo repite demandas hacia las mujeres y las exacerba. En ese sentido, las mujeres no han bancado soportar escuchar la palabra de la otra, eso ha sido muy efectivo para la extrema derecha, que construye liderazgos totalmente verticales y que destruye referencias. Ese es un enorme problema operativo para poder seguir.
-En relación al aborto, ¿qué considerás que produce -social y políticamente- el acceso legal a este derecho, que genera particular repulsión para las derechas?
-El aborto es el gran enemigo. En Italia, Giorga Meloni logró sacar el derecho del acceso al aborto del documento del G7. Un ensañamiento muy claro. Ella había dicho que no iba a tocar el aborto, pero una vez que están en poder (y creo que estamos en ese proceso en la Argentina) pueden decir todo abiertamente. Meloni permite a los sectores fundamentalistas que entren a las clínicas a disuadir a las mujeres de abortar. Yo creo que el aborto es la apropiación de los cuerpos de las mujeres y de las disidencias sexuales, como en El cuento de la criada. Odian la capacidad de gestar, la capacidad de reproducir y odian la capacidad de decidir de las mujeres. Y saben que la lucha política por el aborto, o sea el pañuelo verde surgido en Argentina, ya es un símbolo. Es una extrema derecha extremadamente misógina, anti derechos sexuales y anti aborto, esté en el poder o no. Creo que hoy se tiene que hacer mucho más y se tiene que pensar mucho mejor qué se hace, pero la única capacidad de esperanza y resistencia es el pañuelo verde.
-En Argentina, y en relación a los derechos humanos, la criminalización de la protesta, la represión y las detenciones a manifestantes que se estaban expresando pacíficamente contra la Ley Bases, y fueron acusadas y acusados de sedición y terrorismo, pretende disciplinar y desalentar la protesta, llegando ya a un límite antidemocrático, ¿qué reflexión hacés?
-Creo en principio que la Argentina hoy no es un Estado democrático. Es un Estado en el que hubo elecciones legítimas en donde ganó una fuerza pero una democracia no se compone solo de un proceso electoral sino de que haya garantías democráticas. La vulneración de todos los programas para protección de las víctimas de violencia de género, que vulneran todos los tratados internacionales, la vulneración del derecho a la protesta social son vulneraciones de derechos. Con detenciones ilegales sin pruebas, ya no es un Estado democrático. En América Latina hay democracias débiles, no hay democracias reales. Hay que actuar de manera más organizada, con más unidad, más inteligencia y más fuerza.
-La contracara es la presencia en las calles, recordamos a Nora Cortiñas que hubiera estado ahí, y las convocatorias que hicieron posible que no se extendiera más en el tiempo las detenciones crueles que sufrieron 33 manifestantes.
-Nuestra lucha política en derechos humanos ha llegado más lejos que en cualquier otro país de la región, e incluso que Alemania, en juzgar los crímenes de lesa humanidad. En virtud de Norita, cuando apelamos a lo mejor de nosotres podemos frenar estas acciones, es necesario ver cuáles son las acciones más efectivas en este momento. Rescatar nuestras mejores virtudes y estar unidas. El feminismo y los derechos humanos son un ejemplo de estrategia ante la criminalización de protesta social y creo que si se toman acciones en conjunto, por supuesto que aceptando las diferencias, podemos frenarla. Hay que actuar con más fortaleza e inteligencia. Hay que pedirle a ONU Mujeres que se pronuncie, pedir a UNESCO que no acepte a Lucila Crexell, creo que hay que judicializar su voto, creo que habría que darlo por inválido, porque UNESCO no puede permitir que vaya una senadora que dijo que no iba a dar su voto a la Ley Bases, (recordemos que accede a su cargo gracias a la ley de paridad, que fue una lucha de las mujeres) y que luego vota a favor de darle más poder a un presidente que hoy deja sin organismos de protección a la víctimas de violencia de género.