La lucha de las comunidades costeras en defensa del mar y la vida

Desde hace años, las comunidades costeras de Argentina luchan en defensa del mar y contra la explotación petrolera en el océano. Si bien esta lucha no es nueva, se ha intensificado con la expansión de los proyectos extractivistas que amenazan la biodiversidad y las formas de vida en la costa atlántica. Mar Libre de Petroleras, una de las asambleas que lidera esta resistencia desde el Partido de la Costa, forma parte de la Red de Comunidades Costeras, que agrupa a más de 20 territorios, todos ellos con espacios que comparten la misma denominación. La articulación con otros movimientos, como el feminismo, juega un papel crucial. En este marco, de cara al 8 de marzo, varias integrantes de la asamblea participan en espacios de organización para fortalecer la resistencia desde una perspectiva ambiental y feminista.
Por Daniela Cardano
Las primeras licitaciones para exploraciones petroleras en el Mar Argentino comenzaron durante el gobierno de Mauricio Macri y continuaron con la aprobación del proyecto de prospección sísmica por parte del gobierno de Alberto Fernández, anunciado en diciembre de 2021. Esta decisión, tomada sin consulta a la población y en plena pandemia, generó el inmediato rechazo de vecinas y vecinos, quienes el 4 de enero de 2022 se manifestaron por primera vez en Mar del Plata y otras localidades costeras.
La necesidad de organización llevó al nacimiento de la asamblea Mar Libre de Petroleras del Partido de la Costa en febrero de 2022. Desde entonces, han impulsado múltiples acciones para concientizar y movilizar a la comunidad en defensa del mar.
Tres años de resistencia y organización
«La lucha se sostiene porque es mucho más amplia», explican desde la asamblea. Durante estos años, la resistencia se ha expresado de múltiples maneras: festivales de música y arte, caminatas informativas por la playa, murales, radios abiertas, charlas en escuelas, proyección de documentales y la participación en eventos comunitarios. Además, hace un año y medio, la asamblea lanzó un programa de radio semanal en Radio Libre de Santa Teresita, lo que les permitió conectar con otras luchas ambientales a lo largo del país. A pesar de los altibajos y la constante amenaza extractivista, la convicción se mantiene firme: «el territorio se defiende organizadamente, en las calles y con la comunidad».






Además resaltan la importancia de articular con otros movimientos. «Varias compañeras de la asamblea participamos de la Asamblea de Mujeres y Disidencias y estamos preparando el 8M», cuentan. En este contexto, el feminismo se erige como una herramienta crucial para visibilizar estas injusticias y construir una resistencia que no solo defienda el medio ambiente, sino también los derechos y la dignidad de quienes habitan estos territorios.
La lucha contra el extractivismo, entonces, se convierte en una lucha de resistencia tanto frente al saqueo de los recursos naturales como frente al capitalismo patriarcal que lo sustenta. Por eso, Mar Libre de Petroleras del Partido de La Costa tiene la agenda de lucha activa: «El sábado 1 de marzo presentamos un libro que trata sobre cuestiones ambientales y el 4 de marzo es el próximo Atlanticazo, donde vamos a hacer un corso».
Alarmas encendidas: impacto en la fauna marina
En los últimos meses, la comunidad ha observado cambios preocupantes en el comportamiento de algunas especies marinas. «La mortandad de ballenas y otros animales marinos ha aumentado, y en los últimos días aparecieron tortugas sin vida en distintas localidades del Partido de la Costa«, alertan desde la asamblea. Además, desde finales de 2023, elefantes marinos han comenzado a elegir las costas bonaerenses para parir, algo inusual ya que solían hacerlo en Península de Valdés. Este cambio en su comportamiento podría estar relacionado con la alteración de su hábitat natural debido a la intensificación de la actividad humana en el océano, como la exploración sísmica y la contaminación, que están afectando las zonas tradicionales de reproducción.
Estos fenómenos han encendido las alertas sobre las consecuencias de la exploración sísmica y otras actividades extractivistas, que están alterando no solo el hábitat natural de estas especies, sino también la salud del ecosistema marino en su conjunto. «La exploración sísmica consiste en la detonación de bombas de sonido de 230 decibeles a 3.800 metros de profundidad para detectar petróleo en el lecho marino. Estas explosiones generan un impacto devastador en la fauna: desorientan a los animales, les explotan los tímpanos e incluso pueden romperles el caparazón. Ballenas francas australes, delfines franciscanas, orcas, lobos marinos, pingüinos y tortugas se ven gravemente afectados», explican.
Según especialistas, la contaminación acústica generada por estas exploraciones interfiere en la comunicación de especies marinas, dificultando su orientación, la búsqueda de alimento y la interacción social. En el caso de las ballenas, los sonidos intensos pueden provocar varamientos masivos. Además, las tortugas marinas, altamente sensibles a los cambios en su hábitat, han aparecido muertas en las costas con signos de daño interno, posiblemente causado por el estrés acústico y la contaminación del agua.
Participación activa: una urgencia frente a la crisis climática
El avance de las políticas extractivistas no es un problema aislado, sino parte de una crisis climática que se agudiza. Los incendios en distintos territorios, el desplazamiento de comunidades y la violencia estatal son señales de un modelo que prioriza el saqueo de recursos sobre la vida de las personas y los ecosistemas.
La resistencia a las petroleras en el mar es, entonces, parte de una lucha más grande. La alianza del gobierno con empresas como Mekorot, que administra el agua en varias provincias, evidencia la entrega de bienes comunes a corporaciones extranjeras. Frente a esto, la organización comunitaria es clave. «Construir redes y sostener la lucha en comunidad es la única forma de frenar el extractivismo y defender la tierra y el mar», cerraron desde la Asamblea.
La lucha es colectiva, y el mar no se vende: se defiende.